viernes, 10 de diciembre de 2010

LA COMPLEJA TRANSFORMACIÓN SOCIAL DE LA EDAD MEDIA DE LA VIDA: LA MENOPAUSIA Y LA ANDROPAUSIA.

PARTICIPANTE: PROF. AMÍLCAR PÉREZ.

Cada cambio de década en la edad de todo individuo desata una crisis que luego se supera. La vida es una sucesión de períodos de orden y desorden, de desorganización y posterior elaboración de la misma.

La primera gran crisis surge en el mismo momento del nacimiento a partir de abandonar ese espacio perfecto de contención, calor, alimento y oxígeno que es el vientre materno; lugar al que nunca se regresará. El destete marcará otra crisis vital. En la bipedestación el individuo comenzará a andar por sus propios medios, llevando al niño a elaborar esta nueva perspectiva del mundo desde otra altura y con un logro nuevo de independencia que también altera ese orden establecido.

Luego en la escolarización, las primeras separaciones de la madre y la incorporación al mundo social y de la educación sistemática con sus propias normas, pautas y límites serán causa de una nueva crisis vital.

El ingreso a la pubertad señala un nuevo período crítico en el que el púber navega a dos aguas entre la infancia y la prefiguración de la mentalidad adulta. Posteriormente la adolescencia, es una etapa de cambios relevantes cuyas consecuencias se manifiestan en una crisis motivada por diferentes duelos: el duelo por la pérdida del cuerpo infantil, por la pérdida de los padres de la infancia y por la pérdida de los roles infantiles.1

Aproximadamente a partir de los 22 o 23 años, la adultez trae su propia crisis marcada por la inclusión en el mundo laboral, la elección de pareja y la elección de la concreción, o no, de una familia; es decir el acceso a la maternidad y la paternidad. De acuerdo a la mayor conciencia con que el individuo atraviese esta crisis mayor será el fortalecimiento de su personalidad con miras hacia el nuevo presente y  más fuertes serán las bases que  sientes para la elaboración de posibles crisis siguientes.

La crisis de la edad media de la vida se extiende entre los 40 y los 60 años, es un tiempo de transición, de replanteo de la vida y de duelo por algunas pérdidas.

Es oportuno recordar aquí que Freud, quien fuera el creador del psicoanálisis, haya expresado con simple y profunda precisión que el objetivo central del psicoanálisis consiste en que la persona pueda amar y  trabajar: “Los dos pilares de toda vida”.1

Al llegar a esta etapa de mayor adultez, donde no se es tan viejo aún como para descansar, la persona atraviesa serios cambios físicos y psíquicos, donde se espera que haya adquirido un total equilibrio tanto laboral como afectivo. Es cuando se tiende a hacer un repaso de lo que fue la propia vida hasta este momento y el riesgo que se corre es el de estar más pendiente de lo que aún te falta que de lo que ya se tiene.

Existen dos lugares del presente desde donde el individuo te detiene a mirar hacia atrás, y son esos los modos en que cada persona se enfrente con su “ahora”:

Uno es a través de la autocompasión que sólo representa una garantía de no llegar a ninguna solución y el otro es a través de la hiperactividad cuando de repente y sin saber por qué, las personas tienen la necesidad de hacer muchas cosas que nunca antes habían hecho ni pensado: estudiar, aprender lenguas extranjeras, comenzar a fumar, hacer nuevas amistades, salir a reuniones con más frecuencia.2

Hay una 3ª opción que no sólo sintetiza a las otras dos sino que es la más operativa y auténtica: Hacer una sincera autocrítica, constructiva por sobre todas las cosas, de sí mismo; Evaluar todo lo que se ha conseguido y hace feliz, así como también todo lo que se anhela y podría ser beneficioso para la vida propia y no pensar en lo no hecho como algo que no se tiene sino como algo por hacer, en resumidas cuentas un cambio de visión.

La edad media de la vida con su gran caudal de madurez es una etapa llena de oportunidades de seguir creciendo y desarrollándose, por lo que es un tiempo de disfrutar los logros alcanzados. Es un tiempo de balance. Pero es también tiempo de nuevas elecciones que a veces están marcadas por eventos que pueden ser traumáticos como el divorcio, el cambio de ocupación o situaciones puntuales que carácter biológico como la menopausia para las mujeres y la andropausia para los hombres.2

La menopausia implica un duelo por la pérdida de la fertilidad, lo que para muchas mujeres es una experiencia no placentera, mientras que otras se sienten liberadas hasta el punto de potenciar su placer sexual por la libertad que obtienen.2

Por su parte los hombres ingresan en la andropausia, en su climaterio con un cambio corporal y psíquico brusco, razón por la cual su sostén se ubica en su status y su posición económica. Además que la atención se centra aún más en la protección del hogar, la educación de las terceras generaciones.2

Este aspecto de la crisis puede llevar a decisiones equivocadas como el cambio de pareja con alguien mucho menor como una necesidad de rejuvenecer olvidando el imparable avance del reloj biológico.

Pero lo más importante que ocurre en esa etapa de la vida está marcado por la libertad: se tiene más tiempo para sí mismo, se abren nuevos caminos por elección individual, se pueden emprender proyectos que quedaron relegados a un 2º plano por tener más tiempo libre y más experiencia. También es un momento propicio para concentrar la atención en las necesidades propias.

Esta crisis de la menopausia y la andropausia no sólo tiene que ver con el cambio de década que siempre es dinámico, ni con cumplir un año más, también influyen los cambios físicos y los reacondicionamientos de la familia.

En cuanto a estos “reacondicionamientos” hay que aprovechar la ocasión. Es un momento propicio para que los padres hagan una reevaluación de su matrimonio, llenen el “nido vacío” y desarrollen una relación distinta, de adulto a adulto, entre ellos y también con los ex-niños que se han ido de casa.

Como todo cambio de ciclo, tanto la menopausia como la andropausia suponen dificultades, ya que en este camino hay que articular nuevos mecanismos de adaptación y ajuste. Pero seamos realistas: el éxito o fracaso de esta nueva fase se verá muy influido por lo que haya ocurrido en las precedentes.

Virginia Satir, asistente social y terapeuta familiar, propone una “lista de aprendizaje” sobre la competencia personal indispensable para atravesar con éxito cada ciclo vital.3 Esta lista comprende:

Diferenciación: distinguir entre tú y yo. Relaciones: saber conectarte con sí mismo y con los demás. Autonomía: depender de sí mismo y ser distinto a los demás. Autoestima: sentimiento de valía personal. Poder: utilizar la propia energía para iniciar y dirigir la propia conducta. Productividad: manifestar la competencia. Capacidad para amar: ser compasivo, aceptar a los demás, dar y recibir afecto.3

La complejidad de los comportamientos de los humanos es producto de su cultura, su inteligencia y de sus complejas sociedades, y no están gobernados enteramente por los instintos, como ocurre en casi todos los animales. Sin embargo, el motor base del comportamiento humano es la cultura. Su forma y expresión dependen de esa cultura y de elecciones personales; esto da lugar a una gama muy compleja de comportamientos. Y en virtud de esa misma complejidad es que se trata de explicar todo el entramado de la realidad que encierra llegar a etapas como la menopausia y la andropausia.

Para unos hablar de complejidad es referirse a lo que está difícil de entender, que ofrece ciertas dificultades para su aprehensión, para otros es un lugar común o un calificativo impreciso para afirmar los límites de todo conocimiento. Contradictoriamente, otros lo usan como salida fácil a fenómenos que escapan a cualquier argumentación. Pero epistemológicamente, la noción de complejidad puede identificar problemas y ejes conceptuales particulares que dan una fisonomía propia a esta vasta y dispersa congregación de inquietudes, puntos de vista, de diferentes disciplinas aparentemente distantes entre sí.4

Es complejo aquello que no puede resumirse en una palabra maestra, aquello que no puede retrotraerse a una ley, aquello que no puede reducirse a una idea simple, es por ello que desde esa complejidad se quiere explicar y dar respuesta a esa condición que llega por naturaleza en el transcurso de la vida y que trae consigo alegrías, tristezas y esperanzas.

BIBLIOGRAFÍA
1.  Papalia, D.; Sterns, H.; Feldman, R.; Camp, C.. Desarrollo del Adulto y Vejez (3ª ed.). México: McGraw-Hill. 2009:102

2.  Hyde J, De Lamater J. Sexualidad Humana. México: McGraw Hill; Abril 2006: 61 – 63.

3.  Satir, Virginia. En contacto íntimo. Editorial Pax México. 1976:19-20

4.  Morin E. Introducción al pensamiento complejo, Gedisa, Barcelona, 1997:26

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