LA CULTURA INVESTIGATIVA TRANSCOMPLEJA EN LAS UNIVERSIDADES SOBRE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
AUTORA: Ramos A. Isa G.
e-mail: igra0809@hotmail.com
“Nunca pude, a lo largo de toda mi vida, resignarme al saber parcializado, nunca pude aislar un objeto de estudio de su contexto, de sus antecedentes, de su devenir. He aspirado siempre a un pensamiento multidimensional, nunca he podido eliminar la contradicción interior. Siempre he sentido que las verdades profundas, antagonistas las unas de las otras, eran para mí complementarias, sin dejar de ser antagonistas. Nunca he querido reducir a la fuerza la incertidumbre y la ambigüedad.”
Edgar Morin
Bahia Kino, Sonora, otoño 2004.
La cita presentada refleja la importancia de la complejidad humana, del pensamiento multidimensional, el cual dentro de la realidad educativa actual se pone de manifiesto en el quehacer de los docentes y actores del proceso.
Ciertamente, las transformaciones que se han producido a nivel mundial en las últimas décadas ha incidido notablemente en el comportamiento, la identidad, la forma de ser, de pensar del hombre y; a su vez, esto influye positiva o negativamente en las acciones que éstos emprendan a nivel político, económico, social, cultural y educativo.
Es por ello, y con apoyo en lo expresado por Delors (1998), que la educación y en este caso la universitaria, constituye una herramienta “indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social”, donde ésta sea vista no sólo como el instrumento para el desarrollo continuo de la persona, sino que sea también la vía a través de la cual el género humano evolucione.
Partiendo de estos elementos, se destaca que dentro de las universidades la cultura investigativa que en ella se presente viene a ser un factor relevante que coadyuvará al desarrollo continuo e integral de la personalidad del ser humano, situación que implica investigaciones desde un enfoque transdisciplinario capaz de fortalecer el proceso de aprendizaje de sus estudiantes, quienes según Morin “conocen, piensan y actúan según los paradigmas inscritos culturalmente en ellos”.
Frente a esto, surgen entonces las siguientes interrogantes: ¿qué significa investigación transcompleja?, ¿qué significa cultura investigativa?¿existe en las universidades venezolanas una cultura de investigación?¿existe en las universidades venezolanas una cultura de investigación transcompleja para las personas con discapacidad?.
Para responder a estas interrogantes y referirse así a una cultura de investigación transcompleja para las personas con discapacidad amerita analizar cada uno de estos elementos por separado de manera tal que, se puedan posteriormente triangular los aspectos encontrados.
Ciertamente, el contexto social, político, económico y cultural que rodea a las universidades, hoy día ejerce una influencia que no puede aislarse del conocimiento que dentro de ellas se produce, ni mucho menos verse como sistemas aislados, independientes e inconexos. Para Martins (2005):
Toda organización de Educación Superior se encuentra inmersa dentro de un suprasistema social que ejerce influencias a las cuales es imposible sustraerse. La cultura propia de la sociedad en la cual opera una institución educativa conforma una restricción externa a la acción institucional, influencia su esquema organizacional, sus estrategias y orienta la creación y mantenimiento de una propia cultura (p. 89)
En virtud de lo expuesto por este autor, es preciso señalar que hablar de una cultura es hablar de las condiciones humanas, institucionales, administrativas, prácticas, metodológicas y conceptuales que hacen posible la vida académica dentro de las universidades (Ramos, 2010). Tal acepción es reafirmada por Rocher, citado por Monsalve (1990) cuando dice que:
…es un conjunto de maneras de pensar, sentir y de actuar más o menos formalizadas, las que siendo aprendidas y compartidas por una pluralidad de personas, sirve objetiva y simbólicamente para hacer de ellas una colectividad particular y distinta (p.164)
Pero esta cultura, plasmada desde ambas definiciones, no puede visualizarse con una óptica simplista, pues el simple hecho de estar el ser humano inmerso, ya implica diversidad de saberes, de pensar, de sentir y por tanto un nivel de complejidad que requiere integrar un conjunto de conocimientos, aptitudes y actitudes que generen un nivel de competencias en la persona, capaces éstas de permitirle su idóneo desenvolvimiento social.
En tal sentido, dentro de las universidades y las diferentes carreras que en ellas se imparten, los estudiantes y profesionales deben prepararse y preparar a través de la flexibilización de un pensamiento lúcido capaz de admitir la amplitud e integración de los saberes, logrando esto sólo si se tiene un conocimiento idóneo teórico y práctico acerca del abordaje investigativo en áreas poco tocadas hasta la fecha, como lo es el caso de las personas con discapacidad, quienes independientemente de sus condiciones físicas, sensoriales y/o cognitivas, son seres humanos con suficientes capacidades y aptitudes para integrarse al cualquier contexto.
Es por ello, que así como la cultura hace posible la academia universitaria, la investigación encierra un proceso que permite no sólo desarrollar, afianzar y dar a conocer la cultura, sino que también permite dinamizar, profundizar y actualizar el conocimiento, el cual cada día debe flexibilizarse antes los constantes cambios que se están viviendo en los diferentes ámbitos de la sociedad.
Desde esta perspectiva, investigar es buscar, reflexionar, satisfacer dudas e inquietudes en torno a una temática cualquiera, con el fin último de producir conocimientos capaces de generar cambios positivos en la sociedad. En tal sentido, las universidades deben tomar en consideración dichos cambios e ir de la mano de una cultura investigativa que deje de lado lo estático y ponga en práctica constante lo dinámico.
Así, la cultura de investigación se convierte en un conjunto de valores, creencias y normas que constituyen los principios del proceso de investigación. Según Martins (2005) está integrada por manifestaciones observables en el comportamiento organizacional del grupo, que se evidencian en expresiones conductuales mostradas en roles y construidos cognitivamente a través de procesos investigativos dados a conocer a través de los conocidos trabajos de grado, entre otros.
Ahora bien, poder afirmar la existencia de una cultura de investigación dentro de las universidades, implica reflexionar aún más acerca del por qué se investiga y frente a ello, se hace mención a una frase utilizada por Aranguren (2010) quien manifiesta que “tesis de grado más que un trabajo es una oportunidad de aportar al conocimiento”. No obstante, la realidad universitaria permite aseverar que el estudiante en este contexto educativo no se encuentra acostumbrado a investigar y en muchas ocasiones no le gusta investigar.
Cabe señalar, en concordancia por lo señalado por el autor antes citado, que toda investigación, llámese ésta, trabajo de grado o tesis, tiene una intencionalidad y un objeto principal: Aportar a la ciencia, aportar al conocimiento, producir nuevos elementos. Asimismo, la investigación, dependiendo del enfoque con el que se trabaje pretende aplicar una herramienta en búsqueda de soluciones viables a determinadas situaciones. Otra de las intencionalidades de toda investigación, y que a juicio particular, es la que lamentablemente prevalece dentro de nuestras universidades, es la de obtención de un título.
Los universitarios investigan para presentar su trabajo y poder obtener el título que aspiran. No trascienden esta frontera. No sienten el verdadero significado de lo que es investigar y en muchas ocasiones por motivos ajenos a su voluntad, no dedican tiempo a esta producción de conocimientos. Y es aquí, donde se encuentra la complejidad del conocimiento, la cual conlleva a un reflexión que permita hacer ver que investigar es rescatar la experiencia de lo vivido.
Parra (2010), manifiesta que para investigar debe existir un alto nivel de motivación y dicho sentimiento, debe girar entorno a los ejes temáticos que se encuentran relacionados con el contexto social, argumento que, permite afirmar la necesidad de tomar en consideración la experiencia dentro de la investigación.
Esta experiencia, para este autor, debe dirigirse en dos perspectivas. La primera desde lo individual, del propio ser humano, lo intrínseco, los subjetivo, su propia vida llena de sentimientos, saberes y complejidades, lo que implica en muchas ocasiones replantear nuestra visión de las cosas y mantener una apertura mental de la diversidad existente. La segunda, desde lo social, pues nuestra experiencia debe guiarse con base al contexto donde nos desenvolvemos. Para ello, se debe tener claro, que cada persona tiene su propio contexto y por tanto, lo que dice una persona es interpretada diferente por otra.
Lo anterior, en la realidad resulta complejo dentro del campo universitario, pues estudiantes y docentes no se detienen a comprender el proceso individual de los que tienen a su alrededor, y solamente se dedican a realizar una enseñanza rígida, memorística y sin ningún tipo de adquisición de conocimientos significativos que puedan realmente ayudar en la formación y desarrollo del ciudadano (en el caso de los docentes) y a adquirir contenidos sin realmente interpretarlos (en el caso de los estudiantes).
Ciertamente, la universidad no es sólo un ámbito de investigación y ello debe formar parte de la cultura que ésta tenga. La universidad, también es ámbito de docencia y formación humana, los cuales a lo largo de los años, de acuerdo a Perinat (2003) ha desarrollado su manera de proceder, su currículo, sus disciplinar, programas, entre otros, que se engloban bajo el epígrafe de cultura, docente y universidad.
Estos tres elementos, entrelazados como un solo sistema, constituyen un eje base para crear una cultura de investigación en las universidades. En este aspecto, considero importante acotar que toda investigación, independientemente del área temática que se aborde, debería tener un fundamento filosófico, social, político y, de hecho, lo tiene inmerso cuando se trabaja, la ontología, epistemología y metodología de la investigación.
Partiendo de allí, es preciso conceptualizar cada uno de estos términos. Ontología, proviene del prefijo griego onto, que entre otras cosas significa realidad y aunado al sufijo griego logía, quiere decir: tratado sobre la realidad. Para Domínguez (2003), la ontología no es más que la concepción que puede tener cada quien acerca de la realidad.
La epistemología, por su parte, del griego episteme, significa conocimiento y por lo tanto, trata sobre la naturaleza del conocimiento, y en el caso de la metodología, esta versa acerca de la naturaleza del método, tomando en consideración que el método viene a ser el camino concreto que nos aproxima a obtener un conocimiento racional, sistemático y organizado.
Ahora bien, si se tiene entonces presente que la investigación considera la ontología, epistemología y metodología se reconoce la existencia de una complejidad y, para algunos autores, de transcomplejidad. Pero ahora la inquietud viene a ser ¿por qué hablar de una investigación transcompleja?. Abordar tal interrogante, amerita indiscutiblemente solventar las dudas acerca de lo que realmente significa el término transcomplejidad.
Para ello, no puede dejarse de lado que a lo largo de los años en diferentes escenarios se ha escuchado hablar de disciplinariedad, interdisciplinariedad, transdisciplinariedad y complejidad, pero desde principios de este siglo universidades nacionales e internacionales han presentado debates con relación al término de la transcomplejidad y de manera más específica de la investigación transcompleja.
Villegas y otro grupo de investigadores (2010) publican una compilación interesante de trabajos con miras a resolver las inquietudes sobre la investigación transcompleja. Dentro de dicha publicación, se deja claro que hablar de investigación transcompleja constituye un modo de producción de conocimientos que aborda el contexto social, cultural, institucional, político y bio-afectivo-cognitivo del investigador, lo que implica una apertura, una comprensión, una integración e incluso interpretación de los saberes. Con este enfoque, se refiere a lo señalado por Domínguez (2003):
Para investigar y comprender la realidad social no basta incorporar el contexto social y cultural, es necesaria la interpretación. La interpretación constituye un rasgo inmanente de la realidad, siempre se despliega en la realidad. Por eso, su importancia ontológica no es algo que se añade a la realidad, y también epistemológica, porque no es algo que se añade al conocimiento.
Esta perspectiva, surge a partir de ese rigor con el cual se manejaban y aún se manejan las investigaciones. Guarisma (2010) indica que “se hacía mucho énfasis en cuidar la objetividad de lo que se hacía, y esto estaba referido a la que subjetividad del investigador no contaminara su actividad investigadora” (p. 7). No obstante, tal como se indico al principio de este ensayo, el sujeto no está excluido del proceso del conocimiento, sino que forma parte de él.
Este pensar acerca de la investigación, permite referir a Morin cuando dice “…el pensamiento complejo es ante todo un pensamiento que relaciona…Está pues contra el aislamiento de los objetos de conocimiento; reponiéndoles en su contexto, y de ser posible en la globalidad a la que pertenecen”.
En tal sentido, desde el enfoque transcomplejo la investigación asume al ser humano constituido por una red inmensa de complejidades (neuronales, sensoriales, psíquicas y sociales) las cuales se multiplican a medida que transcurre el tiempo y es por ello, que este enfoque “apuesta más a la integración que a la disciplina” (Villegas y colaboradores, 2010).
Considero pues, que esta percepción transcompleja de la investigación aún siendo acertada por la complejidad inmersa en el ser humano, no se presenta de manera idónea dentro de las universidad, tal vez por desconocimiento del episteme que emerge de ella, o quizá por ausencia de una praxis que realmente permita integrar las complejidades del ser humano, involucrando además una diversidad de disciplinas y por tanto de saberes, que permitan generar así una verdadera producción de conocimientos de la realidad. Lo expuesto, permite afirmar entonces que actualmente no existe una cultura de investigación transcompleja en las universidades.
Con base en la cultura de investigación y las complejidades del ser humano referidas a lo largo de las páginas anteriores, se menciona pues, el abordaje investigativo que sobre las personas con discapacidad se tiene en los escenarios universitarios venezolanos.
Desde esta perspectiva, es acertado afirmar que tanto en pregrado como en postgrado es escasa la investigación que en esta área temática se produce, y ello a mi criterio, acrecienta aún más la problemática existente entorno a la misión de las universidades, a la inclusión, a la educación de calidad y la búsqueda de esa producción de conocimientos y saberes integrados.
No puede dejarse de lado, que las personas con discapacidad son seres humanos que pese a las condiciones físicas, cognitivas y sensoriales que presenten, poseen cualidades, aptitudes y competencias capaces de permitirle su idóneo desenvolvimiento social, derechos que además, se encuentran contemplados dentro de diversos instrumentos jurídicos del país.
Pese a ello, la realidad de estas personas en muchas ocasiones se ve obstaculizada desde diferentes ámbitos y contextos, que según Ramos (2009) presentan una concepción errada al pensar que quienes presentan algún tipo de discapacidad no pueden integrarse en igual condición al resto de la sociedad y ello, por supuesto, contradice las disposiciones legales de derechos humanos inmersas en instrumentos internacionales y nacionales.
Lo planteado en los párrafos anteriores, permite visualizar un vacío dentro de la producción de conocimientos en materia de personas con discapacidad y bajo esta perspectiva, es pertinente citar a Ambrosetti (2005) en relación a que “las universidades deben responder a las necesidades de todos los sectores de la vida social, y su función debe constituirse en su razón de ser” (p. 29). En atención al citado autor, las instituciones universitarias, docentes y estudiantes deben realizar investigaciones relacionadas con las necesidades y condiciones de los estudiantes, quienes se constituyen en la razón de ser de la misma.
Con base en lo antes expuesto, se hace necesaria una cultura de investigación para las personas con discapacidad que impulse la calidad, la inclusión, el carácter global, holístico y humano propio de la complejidad individual y social. Para ello, se requiere de investigadores altamente calificados en el aspecto cognitivo, actitudinal y procedimental, capaces de comprender y tomar en cuenta la diversidad humana que se tiene en cualquiera de los contextos en los que nos desenvolvemos.
Estos planteamientos, dan cabida a enfatizar que la intencionalidad de este enfoque transcomplejo, no es investigar cuantitativa o cualitativamente, ni mucho menos entrar en el constante debate existente entre éstos dos paradigmas, sino ir mucho más allá de una búsqueda de información bien sea con datos estadísticos, positivistas y racionales o, datos profundos en cualidades que incorporen la subjetividad de quien investiga y de quien es investigado.
La intencionalidad pues, de este enfoque transcomplejo y una cultura de investigación transcompleja en las universidades sobre las personas con discapacidad, es lograr englobar un conjunto de saberes producidos desde diferentes áreas, como las del derecho, de la educación, de la gerencia, de la psicología, de la ingeniería, entre otras, las cuales incluso puedan integrarse en un solo sistema o modo de producir conocimientos. En otras palabras, hablo de una investigación capaz de tomar en consideración esta área temática independientemente de la carrera en la cual se esté desarrollando.
Pareciera complejo hacerlo y, ciertamente lo es. Esto se corrobora al efectuar un evalúo de las investigaciones que dentro de las universidades se han realizado y observar la escasa producción que en esta materia existe, preocupación que dirigí a través de un estudio presentado en una jornada de investigación dentro de la Universidad de Oriente a mediados de este año, el cual permitió establecer una trilogía importante dentro de esta cultura de investigación universitaria como lo es la participación del tutor (co-autor) de los estudios, el área más frecuente de estudio y la frecuencia de investigaciones que en materia de discapacidad son efectuadas.
Este análisis realizado de manera específica dentro del postgrado de nuestra Casa de Estudio (Universidad Bicentenaria de Aragua), conllevó a hallazgos que a mi parecer no concuerdan con los planteamientos teóricos necesarios para afirmar que realmente existe una cultura de investigación transcompleja en esta área temática. Lo anterior se debe, entre otras cosas, al ausencia de una inquietud por parte de los tutores e investigadores, un falta de motivación a la investigación, un desconocimiento en la materia (no todos conocen y comprenden la necesidad de investigar para las personas con discapacidad), la existencia de un pensamiento dirigido a la no representatividad de éstos como seres humanos y por último, la ausencia de políticas que fomenten investigaciones en la materia.
Si se toma entonces en consideración, los programas de postgrado impartidos y se contrastan con estos hallazgos presentados, se asevera aún más la inexistencia de una cultura de investigación. Se imagina así, un escenario en el cual de manera transcompleja, pudiesen producirse conocimientos integrados desde las áreas de derecho, gerencia y educación, todas ellas, que llevadas a un eje temático sobre las personas con discapacidad generasen saberes conducidos a mejorar la calidad de vida de personas con iguales derechos y competencias a las de cualquier ciudadano.
Ejemplo de ello, se presenta a través de un área de derecho, en la cual actualmente los ordenamientos jurídicos establecen derechos y deberes en materia laboral (por nombrar alguno de los aspectos), donde se da cabida a personas que independientemente de sus condiciones pueden fácilmente incorporarse al campo socio-laboral. Un área de gerencia, dirigido ello al ámbito de la administración y la gerencia en medios de comunicación, organizaciones y empresas de cualquier índole, dentro de las cuales la producción de saberes se podría destinar a la difusión, puesta en práctica e inserción en actividades productivas y; un área de educación, en la cual se hace relevante la formación e inclusión de estas personas en cualquiera de los niveles educativos.
Siendo así, la integración de estos saberes conjugados dentro de una sola investigación, generaría una producción de conocimientos transcomplejo capaces de permitir no sólo el desarrollo del contexto universitario y social, sino también la evolución del ser humano como tal. Se reafirma entonces, que investigar es buscar, reflexionar, satisfacer dudas y producir conocimientos; que la cultura investigativa implica un entramado de condiciones dinámicas que hacen vida académica dentro y fuera de las universidades y por tanto, investigar de manera transcompleja para personas con discapacidad, amerita un cambio de visión por parte de aquellos que investigan.
Frente a lo expuesto, no se concibe como en este escenario social, político, cultural, tecnológico y educativo en el cual nos encontramos inmersos en este siglo XXI, estudiantes del cuarto y quinto nivel de la educación universitario (me incluyo en esta postura), no demos apertura a nuevas formas de producir conocimiento, no nos motivemos realmente a investigar, aun con la certeza de que esa flexibilidad y esa integración de saberes complejos y transdisciplinarios que forman y deberían formar parte de nuestra cultura investigativa universitaria, podrían coadyuvar a generar elementos que seguro a futuro garantizarían una mejor calidad de vida a las personas con discapacidad.
Con esta visión reflexiva y holística del eje temático abordado, me permito finalizar enfatizando que “Aferrarme a lo conocido me impide indagar en lo desconocido” (Ramos, 2010) y esto, debería convertirse en uno de los grandes retos de la investigación transcompleja: aprendamos a investigar, enseñemos a investigar, integremos saberes y sumemos experiencias.
REFERENCIAS
Ambrosetti, A. (2005). La andragogía como teoría. Bogotá: Instituto CIFE
Domínguez, D. (2005). Investigación cuantitativa y cualitativa. Revista Notas de Investigación. Año X. N° 10. Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez.
Guarisma, J. (2010). La Investigación: un enfoque integrador transcomplejo. UBA: 2da Edición.
Martins, F. (2005). La interdisciplinariedad y la cultura de Investigación del Profesor Universitario. UBA: Sociedad Internacional de Profesionales de Tecnologías de Información y Comunicación.
Monsalve, A. (1990). Cultura organizacional. Volumen VII, N°4.
Parra, G. (2010). Visiones complejas de la investigación. VII Congreso de Investigación y I Congreso Internacional de Investigación. Universidad de Carabobo.
Perinat, A. (2005). Tendencias de la investigación social en la Universidad del siglo XXI. Revista Notas de Investigación. Año X. N° 10. Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez.
Ramos, I. (2009). La Educación bilingüe para la integración de personas con alteraciones auditivas en la educación bolivariana. UBA
_______ (2010). La cultura investigativa en las universidades. Ponencia presentada en la Jornada Internacional de Investigación UDO.
Villegas, C. y colaboradores (2010). La Investigación: un enfoque integrador transcomplejo. UBA: 2da Edición.