Autora: Ing/Msc. Geinez Andreina Arévalo
email: andreinarevalo@hotmail.com
La psicología contemporánea aún parece estar muy influenciada por los paradigmas empiristas que aceptan una realidad única y universal que es igual para todos y cada uno, y que existe independientemente de lo que ve el observador. De acuerdo a esta manera de pensar, las habilidades cognoscitivas de un organismo son esencialmente pasivas, respondiendo a un orden externo en el que el significado de las cosas ha sido previa y objetivamente definido. En esta mirada, la mente humana evoluciona como un receptor pasivo del orden externo, que la determinará casi en su totalidad. La rígida simplicidad de esta posición ha entrado a una profunda crisis en los últimos 20 años y como resultado del quiebre de este paradigma empirista, se está actualmente atestiguando la convergencia interdisciplinaria desde la cual se está abriendo un espacio hacia una perspectiva completamente diferente: la de las ciencias de la complejidad por un lado, y la biología del conocimiento, por el otro.
Las sociedades contemporáneas enfrentan problemas de creciente complejidad, definidos por un sin número de relaciones y variables que no siempre pueden ser interpretadas integralmente. En estos tiempos en los que la cotidianidad de los individuos se encuentra caracterizada por situaciones muy difíciles de resolver desde los factores económicos, pasando por los factores sociales, hasta los afectivos y personales, destaca la familia como organización o institución que debiera estar en capacidad de respaldar todo un conjunto de valores que se sitúan por encima de las más diversas problemáticas existentes en el país. Se debe manejar con claridad que esta caracterización no incluye a la totalidad de la familia venezolana, una gran parte de esa familia nacional se encuentra en crisis, las relaciones interpersonales entre sus miembros no es la más idónea. Es acá donde reside particularmente la labor importante de la orientación como eje trasdiciplinario que permita propiciar la comunicación con la estructura familiar, indagar en las diferentes realidades las respuestas a muchas interrogantes de los padres acerca de cómo manejar y abordar conductas , comportamientos y posturas de sus hijos.
Se hace prudente partir del principio de la existencia de una sociedad transcompleja, interconectada, permeable a los cambios, a las corrientes del pensamiento, a las diferencias culturales, religiosas, políticas e intelectuales. Una sociedad que marcha día a día hacia una amalgama que intenta aglutinar a la persona, sin distinción de ninguna índole. Una sociedad planetaria cuyas diferencias internas quedan supeditadas a los atisbos ya un tanto silentes de las características propias geopolíticas y culturales que penetran sus raíces en los más profundo de su tierra, pero que se yerguen en el horizonte de un mundo infinito en posibilidades. Una sociedad local y a la vez universal, que avanza sin cansancio hacia la denominada unitas multiplex, es decir, hacia la unidad sustentada en la diversidad humana (Morin, 2003).
El tránsito hacia un pensamiento transcomplejo no implica meramente un cambio de paradigmas, sino que se trata de una transformación global de la forma de experimentar el mundo, de co-construirlo en las interacciones, de producir y validar el conocimiento. La pretensión de enchalecar la complejidad en un paradigma o de pretender que se trata meramente de una nueva metodología, constituye un enfoque no sólo simplista sino peligroso de la complejidad. El ensayo explora la genealogía de la noción de método, sus virtudes, límites y peligros con el objetivo de abrir las perspectivas desde las cuales estamos construyendo en la contemporaneidad un nuevo modo de ciencia y de experiencia capaz de dar cuenta y hacer honor a la complejidad en la orientación.
Al respecto Mortensen y Schmuller, citado por Boy, y Pine, G (1976) definen a la orientación “como parte del programa educacional total que ayuda a ofrecer oportunidades individuales y servicios de personal especializado para que el sujeto consiga desarrollar el máximo de sus aptitudes y capacidad, en términos de un ideal democrático”. (p. 78).
Citado por los autores antes mencionados, Tolbert (1976) acota que “la orientación es el programa total o conjunto de actividades y servicios en que se empeña la escuela, encaminado principalmente a brindarle ayuda al alumno para que elabore y lleve a efecto planes adecuados para conseguir una adaptación satisfactoria a todos los aspectos de la vida cotidiana”.
Las definiciones antes mencionadas apuntan hacia el planteamiento que la orientación es en sí un proceso continuo, que provoca una relación dinámica y un proceso innegable de aprendizaje para todos los individuos que participan en la realidad social transcompleja.
Según el Centro de Investigaciones Psiquiátricas, Psicológicas y Sexológicas de Venezuela ( CIPPSV) citado por Bianco(1998) “el orientador corrige errores de concepto, explora las posibles áreas de conflicto a fin de prevenirlas y diagnosticarlas, y remite, para el tratamiento específico” ( p. 45), los casos que así lo requieran, igualmente plantea que este profesional facilita información y formación que posibilita diseñar estrategias de vida al ofrecer herramientas para construir objetivos personales y evaluar logros.
Es así como puede decirse que esta disciplina responde a las necesidades sociales y educativas de todo individuo pretendiendo alcanzar el desarrollo integral de las personas como seres humanos y superar el estancamiento paradigmático para dar el necesario salto cualitativo y así pasar de una sociedad meramente tecnológica, a otra transcompleja, que busque entre otras cuestiones la hominización del Ser, en medio del caos y de la incertidumbre, es tarea de la educación superior, y de sus hacedores naturales. Una educación planetaria que propicie los caminos para alcanzar “una mundología de la vida cotidiana” (Morin, Ibíd.), no puede soslayarse en aras de un desarrollo en el cual se excluya al hombre y a la mujer, es decir, al ser humano, porque acentuaríamos la brecha existente entre planeta y humanidad, entre sociedades ricas y sociedades pobres, entre preservación ecológica y destrucción del medio ambiente.
Es importante resaltar que la orientación atiende diferentes ámbitos: el ámbito escolar, el vocacional profesional, el profesional y finalmente el familiar, en la práctica esa división se hace complicada ya que en principio se realiza con fines didácticos y luego se contempla que el individuo es un ser integral que funciona como un todo y de esa manera lo interviene la disciplina, como un ser biopsicosocial, sin embargo se describirán los ámbitos mencionados, en relación a la orientación escolar se destaca la responsabilidad y el compromiso en la relación docente- alumno donde el primero se preocupe por el bienestar del segundo, que trate de entenderlo, de proporcionarle experiencias que le ayuden en su trabajo escolar.
Nerici, I (1982) citado por Fingerman (1985) define la orientación escolar “como un proceso educativo a través del cual se asiste al educando, con el fin de que este pueda obtener pleno rendimiento en sus actividades escolares, formular y realizar planes según sus aptitudes y sus intereses y así alcanzar más armoniosamente los fines últimos de una educación integral .” (p.74)
Para ello se cree imprescindible que se establezca una amplia comunicación entre ambos individuos, para que el docente sea capaz de percibir las necesidades reales de ese estudiante, y pueda conocer sus potencialidades y fortalezas como también sus debilidades para guiarlo y aconsejarlo de la manera adecuada.
Por otro lado se tiene la orientación vocacional-profesional que generalmente se maneja como aquel ámbito que se encarga de guiar a los jóvenes en la elección de lo que en adelante será su área de desempeño profesional considerando los retos que nos plantean la sociedad transcompleja y el mundo globalizado. Lemus (1979) expone que el propósito de la orientación vocacional es ayudar a las personas a obtener una mejor comprensión de su situación educativa y ocupacional, continua que una asistencia de este tipo debe ser proporcionada antes del estudiante ingresar al nivel medio, diversificado y profesional o a las instituciones de educación superior. Además asevera que esta orientación vocacional debe estar integrada a los demás elementos o materias del currículo y brindar adicionalmente oportunidades que faciliten la exploración sistemática intereses y aptitudes entre otros aspectos de interés como aspectos filosóficos, epistemológicos, teleológicos y metodológicos.
Resulta interesante el fin último de este ámbito de la orientación ya que el profesional del área compila y selecciona instrumentos y herramientas además de conversar en varias sesiones con el estudiante para ayudarle en la escogencia de una profesión lo cual implica la planificación de su futuro a nivel personal y profesional.
Fingerman (1985) plantea:
La orientación profesional trata de evitar los fracasos, en la vida. Aspira señalar a tiempo el recto camino a seguir, a fin de que no se elija una profesión al azar. Tiende a resolver la incógnita indicando a cada uno, niño, joven o adulto, el trabajo que más está en armonía con sus disposiciones naturales, es decir, con sus gustos, aptitudes y vocación. Quiere que cada ser humano, en su esfera, sea un triunfador mediante su eficacia profesional y no un fracasado, con sus problemas, como un valor negativo para la sociedad. (p, 87).
Sin embargo habría que necesariamente tomar en cuenta la experiencia de vida de la persona y las motivaciones internas, y que se haga todo lo posible para hacer penetrar el pensamiento complejo y la transdisciplinariedad dentro su visión acerca de su proyecto de vida que incidirá de manera importante en esta orientación. La intención transcompleja no puede estacionarse en los ámbitos exclusivamente académicos sino en la familia, en la comunidad. Una sociedad con espíritu transcomplejo, lo será también en sus estructuras familiares, en su organización, en las dimensiones de su gestión, en la concepción de lo administrativo y de la administración del hogar.
La transdiciplinariedad, por su parte, planteada por Morín como el método de la complejidad, proviene del prefijo trans que se refiere a lo que simultáneamente es "entre" "a través" y "más allá" de la disciplina. Implica una idea que es más amplia en perspectiva e, incluso, trascendente. Denota disolución de fronteras e integración de campos de conocimientos, introduce la reflexibilidad.
Debe existir en el individuo un grupo de intereses que se vayan reforzando con experiencias significativas del mismo y de otras personas de su entorno que funjan como modelo. El desarrollo personal de cada individuo transcomplejo implica autoconocimiento y desarrollo de su autoestima, así como el clarificar valores que le den sentido a su vida, a su profesión, a su persona. Igualmente el avance tecnológico les plantea a las personas una exigencia para adaptarse, además de una capacidad de respuesta importante a la cotidianidad social y personal, lo cual se le dificulta, ya que no es fácil organizar toda una cantidad de información recibida para la toma de decisiones.
Objetivar la tarea de pensarse a sí mismo siendo a la vez sujeto conceptuado y objeto conceptualizado, es subjetivarla de manera compleja, no idealista. Esta subjetividad compleja, según Morín (ob cit), integra conciencia, pensamiento y racionalidad; pero también inconciencia, sueño, irracionalidad y mito. Esta dimensión subjetiva se encuentra tanto en el investigador como en el vínculo con el otro, en el otro y en el arsenal de conocimientos y saberes que cada quien posee. Es básico, entonces, en este enfoque, el desdoblamiento del orientador en: (a) sujeto que observa y (b) objeto observado (por sí mismo).
En tal sentido, se asume al hombre como un ser complejo, dotado de capacidad de razonamiento, pero también de motivación afectiva. De acuerdo a Vilar (1998) es una nueva cosmovisión antropo-físico-biológico constituida por una redinmensa de complejidades neuronales, sensoriales, psíquicas y sociales, que se multiplican con el transcurrir del tiempo.
El criterio de Rodríguez. (1992), cuando al referirse a la conducta vocacional, considera que ésta se aprende. Al respecto sostiene que:
La motivación, la experiencia, el modelado y la formación inicial de una persona por lo que se refiere a los tipos de trabajo y a las experiencias laborales influyen directamente sobre el tipo de elecciones ocupacionales que esta persona va a hacer, sobre su manera de identificarse con el trabajo y su estabilidad y equilibrio en él. Este aprendizaje se logra sistematizar en los niveles educativos y en las políticas educacionales, con más contundencia y eficacia. (p.66)
Al mismo tiempo, la orientación vocacional como proceso de asistencia, asesoramiento y ayuda a los jóvenes, está muy cerca de la prevención primaria, y se centra más en los potenciales que en el déficit. En este sentido, el ejercicio profesional del orientador vocacional se fundamenta en tres niveles.
1) El nivel personal, donde el profesional de ayuda no solo debe ocuparse del proyecto a mediano y largo plazo sino también de todas las variables complementarias en ellas: los valores, el autoconcepto, las actitudes, las destrezas específicas, y las conductas laborales de los adultos.
2) En el ámbito social ocupándose de los impedimentos y obstáculos que enfrenta el orientado al acceder al trabajo y a la capacidad y posibilidad de emplearse.
3) En el ámbito estructural, el profesional de la orientación de entender que orientar vocacionalmente no es ya sólo una oferta de servicios a una persona con un problema concreto en un momento muy determinado, sino una educación de carácter sistemática de los jóvenes y los adultos para que adquieran conocimientos actitudes, y destrezas que le faciliten la información, la planificación, la elección, la selección, ya sea de un puesto de trabajo, ya sea fuera del ámbito laboral. En este sentido la acción orientadora es una intervención estimulativa de la transdisciplinariedad utilizada para la búsqueda de medidas necesarias para adaptar la Escuela a la era cibernética, la escuela debe ser zona franca del ciber-espacio-tiempo.
Por supuesto, todos los esfuerzos en esta dirección deberán analizar directamente una lógica articulada con categorías como: modernidad, racionalidad tecnocientífica, ciencia, saber científico, sistema de valores, relaciones sociales, realidad, visión del mundo, eficiencia, “ley del progreso”, transnacionalización, empresas, la ética, la convivencia, la racionalidad del mercado, la motivación y el rendimiento, la cultura técnica, el control y la dominación. Podían atravesar el ciber–espacio– tiempo en la Escuela: la educación integral, la noción de comunidad escolar, la solidaridad, la proyección de la escuela, las alianzas socio-institucionales y la nueva antropoética. Con ello daría para un buen comienzo.
Para llevar a cabo objetivos y metas que permitan alcanzar lo descrito anteriormente se hace necesaria la sistematización de información, que en el caso de la orientación siendo una disciplina - profesión de ayuda y apoyo, es a través de la elaboración de programas como lo logra, en este sentido es importante tomar en cuenta la filosofía y formación teórica del profesional en orientación ya que este elemento incidirá en la práctica directamente dándole un viraje al abordaje terapéutico desde la complejidad.
Calonge (1983), citado por García de Hernández, (1993) sostiene que “existe consenso en relación a que toda labor realizada por el hombre, está condicionada por una concepción filosófica o por una ideología, que de alguna manera se refleja en el desempeño de sus labores” (p. 67). De igual manera, cualquier actividad realizada dentro de un contexto determinado responderá a una filosofía propia de ese contexto.
Finalmente no se podría dejar de lado la Orientación Familiar que se ocupa de brindar a los padres y los adherentes, herramientas para llevar a cabo acciones a favor de que su dinámica no se altere. Como dice Oliveros (1970) la Orientación Familiar “tiene como objetivo principal proporcionar a los padres una ayuda relacionada con la acción educativa familiar, sin excluir a otros miembros de la familia” (p.127).
Por lo mismo Garcia, (1986) plantea que “es una gran necesidad todo lo relativo a la Orientación Familiar” (p.45), ya que problemas como: bajo rendimiento, indisciplina, comunicación, depresión, soledad, delincuencia, embarazo precoz, entre otros, obligan a reflexionar acerca del sistema familiar y el papel que los padres ejercen en la educación y formación de los hijos.
En definitiva es sumamente delicada la responsabilidad y el compromiso de educar a una persona, además resulta una tarea compleja ya que convergen en tal objetivo muchos factores que influyen y son determinantes en los logros que puedan alcanzarse. La transcompeljidad es inseparable de una nueva visión y de una experiencia vivida. Es una vía de autotransformación orientada hacia el conocimiento de uno, hacia la unidad del conocimiento y hacia la creación de un nuevo arte de vivir. Es posible un equívoco, pero, desde donde se vislumbra la orientación como estética de la existencia, de una formación que tenga por centro la vida, entendida como fuerza porque la vibramos constantemente. De otra manera: una idea de formación que haga posible volverse hacia sí mismo, constituye un arte: el arte de la existencia, de la existencia dominada por el cuidado en sí.
En efecto como afirma la Conferencia Episcopal citada por De León, (2000). “La familia es la primera escuela donde se reciben las nociones y orientaciones básicas para la formación de la persona” (p.11), cuando los padres son responsables de su función, de primeros educadores compartiendo en su núcleo familiar los factores básicos para este fin propician: la efectividad, la comunicación, la cooperación, los valores morales, unidad de criterios y de propósitos entre otros elementos para dar base a la formación de la autoestima, el conocimiento personal de cada miembro del grupo familiar para el establecimiento de optimas relaciones interpersonales.
En este sentido, se hace necesario precisar particularidades en relación al perfil del orientador que como se ha revisado en los planteamientos de diferentes autores e investigadores no circunscribe su práctica a un único ámbito sino que por el contrario atiende un amplio espectro del individuo de acuerdo al contexto en que este se encuentre desempeñándose.
Por esta razón Mira y López (1990) definen al orientador como “un profesional que desempeña un triple rol, como asesor, como facilitador y como investigador”. (p.88). En principio asesorando pondrá de manifiesto su sensibilidad, conocimientos técnicos y capacidad de trabajo para que, con su ayuda, promueva cambios de actitudes y aumento de las oportunidades de satisfacción y supervivencia en los docentes, educandos, padres y representantes y demás miembros de la comunidad. Luego como facilitador propiciará experiencias para el crecimiento personal y mejoramiento profesional de los docentes, experiencias para el crecimiento personal y aprendizaje de los educandos y experiencias que conllevan a una convivencia armoniosa entre padres, representantes y demás miembros de la comunidad.
Ciertamente como afirma este autor al profesional del área de la Orientación le son asignados (socialmente hablando) múltiples roles, en la actualidad uno de los que se encuentra vigente es el de Orientador a Padres, fundamentado en las prácticas y documentos elaborados a partir de experiencias en lo que respecta a Escuela para Padres en nuestro país y en otros lugares a nivel internacional, en el cual su norte es rescatar la participación activa de los padres y familiares complementarios en las realidades de los grupos familiares a los cuales pertenecen en corcondancia con el profesional del área. Son variadas las experiencias que desde el escenario escolar y educacional en general se han generado para la realización de grupos de trabajo con padres, sin embargo se ha hecho difícil sistematizar esas experiencias, ya se visualiza desde un ámbito simplista y no transcomplejo.
La trascomplejidad va mas allá de la complejidad, la cual es una constelación de propiedades y comprensiones diversas rodean la noción de complejidad. ¿De qué se trata? ¿De un método? ¿Una teoría? ¿Las dos cosas? ¿Una propiedad perteneciente a algunos sistemas? ¿Un atributo de todos los fenómenos? Esas preguntas podrían multiplicarse, una vez que, con la utilización creciente de la palabra complejidad en la ciencia, se multiplican también las acepciones imputadas a ella. Esa cara de la construcción del conocimiento es positiva porque evita la cristalización de un único sentido, pero también dificulta una comprensión más acertada de la noción de complejidad. Para evitar explicar, dice Morin (2001) “se afirma cada vez más esto es complejo”. Se torna necesario proceder a una verdadera revuelta y mostrar que la complejidad constituye un desafío que la mente puede y debe rebasar, apelando a algunos principios que permitan el ejercicio del pensamiento complejo”. Esa sintética forma de anunciar la complejidad - ‘un desafío que la mente puede y debe rebasar’ – se divide en un conjunto de argumentos que facilitan su comprensión.
Para Gamargo y Guzmán (1980) esto de la Educación para Padres que para entonces como para algunos en la actualidad se denominaba Escuela para Padres “es un movimiento que se encuentra relacionado con la Orientación Familiar y el cual puede abarcar muchos elementos” (p. 18), entre ellos, la información a los padres que es compleja ya que va a depender de los intereses individuales y grupales que se planteen, terapia de pareja, orientación vocacional y al adolescente, formación pre-matrimonial entre otros muchos aspectos, para los cuales son necesarios los recursos que van desde la entrevista individual hasta los medios masivos de comunicación .
Cuando se dice “esto es complejo” se confiesa la dificultad de describir y explicar un objeto que comporta diversas dimensiones, trazos diversos, indistinción interna. Confesar la dificultad de describir un objeto no redunda en la comprensión de la complejidad, pero trae la intuición de que hay unos fenómenos más complejos que otros. De hecho, hay niveles de complejidad distintos en los fenómenos. Mientras más abierto un sistema, más dominios inciden sobre él, mayor es su complejidad. La condición humana, el sujeto, la sociedad, la cultura, la educación y la política son más complejos que la dinámica de los mares, el nacimiento y la muerte de las estrellas; un programa de una computadora o el equilibrio de la cadena entrópica de los seres vivos. O sea, podemos hablar con mayor aproximación y pertinencia sobre un movimiento sísmico, las placas tectónicas y el fin de las reservas fósiles del planeta Tierra, que cuando tratamos el fenómeno de la violencia humana, los procesos de aprendizaje y la producción del conocimiento.
El trabajo en Educación de padres viene a convertirse en una alianza estratégica multidisciplinaria entre la familia y los diferentes contextos en los cuales se desempeñan y hacen vida sus integrantes.
Para Bianco (1991). El concepto de Educación para Padres lo define como: “Proceso Educativo dirigido a los padres, impartido de manera informal, cuya finalidad es proporcionarles orientación e instrucción para el cumplimiento de sus funciones. Tal proceso está basado en modelos doctrinarios implementados a graves de una estructura funcional”. (p.64).
Igualmente precisa, el proceso de asistencia Educativa, dirigido a los padres y representantes con la finalidad de contribuir a su orientación y aprendizaje como papá y mamá, en base a modelos doctrinarios a través de una estructura funcional para lograr un mejoramiento de la integración familiar.
Es como este proceso se encuentra relacionado directamente con el perfil que el orientador en términos generales tenga asignado en los diferentes ámbitos de su desempeño, el cual debe aplicar hoy en día en una realidad especifica de país con una crisis prolongada y creciente en muchos sentidos, donde los padres se enfrentan a situaciones difíciles con sus hijos que generan problemáticas familiares y requieren de un replanteamiento del abordaje y la intervención de la cual tienen que ser objeto.
Es preciso como lo señala Barroso (1991), citado por Centrella (1997) que: “Sembrar conciencia de familia, cultivar conciencia de padres y definir límites y responsabilidades de manera que todos sepamos que es ser familia” (p.34)
Gamargo (1978) “plantea que la educación para padres se puede enfocar desde tres puntos de vista: como información o instrucción, como ayuda personal y como trabajo grupal” (p.4).
En primer lugar como información, pueden abordarse temas de interés para los padres y que les sean de fácil comprensión de gran utilidad, para que con ello puedan iniciar revisar y/o mejorar la vida familiar. Esta información debe ser variada, objetiva, relacionada con hechos cotidianos y complementados con material bibliográfico y material estadístico, pero sin perder de vista lo complejo ya que está marcado por lo imprevisible justamente porque sobre la educación para padres inciden causas múltiples, elementos diversos que interactúan entre sí, así como la aptitud para modificarse en función de eventos e información externa, no es posible prever la tendencia de un fenómeno complejo. En palabras de Prigogine, “nunca podemos predecir el futuro de un sistema complejo” y “Lo imprevisible esencial es, sin duda, la característica más general que asociamos a la complejidad”.
Cuando se habla de la concepción de la escuela para padres como ayuda personal se puede considerar como aquella asistencia individual o en pareja que les permite revisar las conductas, las interrelaciones personales, la manera de estructurar y ejecutar las normas, la comunicación entre otros elementos del funcionamiento de la dinámica familiar, funciona como complemento de la fase de información. Se puede llevar a cabo efectivamente mediante conversaciones así como trabajos prácticos y actividades.
Para abordar desde el trabajo grupal a los padres se requiere de un conocimiento previo de las características al menos generales de sus integrantes así como de la organización que pueda hacerse para optimizar su funcionamiento. La tendencia acá es propiciar la interacción entre los participantes para intercambiar en principio lo relativo al ejercicio de los roles que ejercen en la cotidianidad de sus grupos familiares para desde allí intercambiar experiencias que propicien el crecimiento personal. Es importante garantizar la participación de todos los participantes con la finalidad de detenerse en cada situación particular para que todos se nutran mutuamente.
Desde mi perspectiva que bueno sería cambiar la formación de orientadores en educación para padres desde una perspectiva intelectual que privilegia la simplicidad a los enfoques que pretenden abrevar en la transcomplejidad, ya que está signado por una transformación radical del sistema global de producción, validación y circulación de conocimientos. Un abordaje complejo de la orientación desde trascomplejidad implica desembarazarse de las pretensiones de mantenerla cercada, de formalizarla, de atraparla en un modelo, de constreñirla a un paradigma.
Desde mi punto de vista, la transcomplejidad no es una meta a la que arribar sino una forma de cuestionamiento e interacción con el mundo, constituye a la vez un estilo cognitivo y una práctica rigurosa que no se atiene a “estándares” ni a “modelos a priori”. No se trata de un nuevo sistema totalizante, de una teoría omnicomprensiva, sino de un proyecto siempre vigente y siempre en evolución, asi como la orientación. Para que su potencia se extienda y la metáfora que implica se encarne en múltiples figuras del pensamiento, para que insemine distintas áreas y cruce las fronteras disciplinarias, en suma, para hacer honor a la complejidad.
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